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La ausencia de la palabra raza es mucho más común en tierras americanas que europeas

Los países de América Latina que no mencionan la palabra «raza» en su Constitución (y por qué Alemania quiere eliminarla de la suya).

La lista de países latinoamericanos que no mencionan la palabra raza en sus cartas magnas la completan Costa Rica, Guatemala, Haití, Paraguay, República Dominicana y Uruguay.

20 de enero de 2021

En Alemania se debate la posible eliminación de la palabra «raza» de la Constitución.

Pero los alemanes no son -ni han sido- los únicos que consideran cambios en ese sentido.

La posibilidad también lleva años debatiéndose en Francia, donde en 2018 la Asamblea Nacional votó unánimemente a favor de la supresión del término, aunque la moción no llegó a ser ratificada por el Senado.

La palabra, sin embargo, sí fue eliminada de casi toda la Constitución sueca durante las reformas al texto de 2011.

Y, antes de eso, Austria y Finlandia también habían empezado a trabajar para tratar de suprimir o evitar el uso del término en sus respectivos marcos legales.

El argumento, como ocurre en estos momentos en Alemania, era que para luchar contra el racismo hay que eliminar la palabra “raza”.

La lógica es que utilizar el término “raza”, incluso para luchar contra las “discriminaciones raciales”, legitimaría la noción, el concepto mismo de “raza».

En toda la Constitución de EE.UU. -que en 1896 fue descrita por un juez de la Corte Suprema como color blind, es decir «ciega a los colores» o «daltónica»- la palabra raza solamente aparece una vez. Y lo hace en el texto de la XV enmienda, que solo fue ratificada 81 años después de la entrada en vigor del texto constitucional original.

Pero, además, la ausencia de la palabra raza es mucho más común en tierras americanas que europeas: incluso hoy en día la misma no figura en la mitad de las constituciones de América Latina.

En algunas, como las de Argentina y Chile, nunca lo ha hecho. Pero en otras, como la de Bolivia y Ecuador, el término ha sido suprimido durante reformas constitucionales recientes.

Y la lista de países latinoamericanos que no mencionan la palabra raza en sus cartas magnas la completan Costa Rica, Guatemala, Haití, Paraguay, República Dominicana y Uruguay.

La Constitución mexicana, por su parte, no incluye a la «raza» en su artículo 1, en el que prohíbe «toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas».

Pero como sucede con Suecia -que mantuvo el término en un artículo en el que enumera los límites a la libertad de expresión- y Austria -que lo conserva en el artículo que detalla las distinciones que no deben impedir el acceso a la educación pública- el concepto no ha desaparecido completamente del texto constitucional mexicano.

Su artículo 3 establece que la educación debe tener lugar «evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos».

El resto de las naciones latinoamericanas -Brasil, Colombia, Cuba, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Venezuela- sí prohíben expresamente en sus constituciones la discriminación por motivos de raza.

Y, en muchos casos, esas cláusulas fueron introducidas precisamente como un esfuerzo consciente para luchar contra el racismo, precisamente lo que ahora otros quieren lograr eliminando la palabra.

Originalmente, sin embargo, su omisión en la gran mayoría de los textos constitucionales reflejaba la idea de América Latina como un «crisol de razas» que caracterizó, al menos en el plano discursivo, a la mayoría de proyectos nacionales luego de la independencia de España.

La Constitución de la Nación Argentina aprobada por la Asamblea Constituyente de 1853, por ejemplo, prometía «unión y libertad» a «todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino»

Un argumento -el de la inexistencia de «razas»- que también está detrás de la propuesta hecha en Alemania por el Partido Verde.

«No hay razas, hay personas». Numerosos comentaristas han recordado la historia particularmente negativa del término raza en Alemania y su centralidad para el proyecto nazi.

Como alternativa, los verdes alemanes proponen remplazar la palabra por «atribuciones racistas» u «origen étnico».

Además, todos los países europeos -a diferencia de EE.UU.-, han firmado y ratificado la Convención Internacional para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial, y hay una pieza de legislación europea que es la Directiva de Igualdad Racial que prohíbe la discriminación basada en orígenes étnicos o raciales.

Es decir que la palabra misma no puede ser completamente eliminada de los marcos legales europeos.

Y algo parecido ocurre con los países latinoamericanos que no utilizan la palabra raza en su Constitución: todos tienen cláusulas que prohíben la discriminación y/o ofrecen garantías generales de igualdad.

Además, todos los países latinoamericanos también han suscrito la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial.

Y, hasta el momento, 11 también han hecho lo propio con la Convención Interamericana contra el Racismo, la Discriminación Racial y Formas Conexas de Intolerancia.

Lo que no significa, sin embargo, que el continente no tenga otros grandes pendientes en la lucha contra el racismo.

Efectivamente, a lo largo y ancho de la región las comunidades indígenas y afrodescendientes se ubican sistemáticamente en lo más bajo de las tablas de pobreza y acceso a servicios básicos.

Y más allá de lo que dicen los marcos legales, y de si estos utilizan la palabra «raza» o no, el racismo es una realidad cotidiana de América Latina.

Por lo demás, el debate sobre el uso del término está lejos de ser superado. Hay quienes consideran que suprimir el término «raza» o el adjetivo «racial» podría perjudicar la lucha contra el racismo».

Y aunque hay quienes dicen comprender el sentido simbólico detrás de las propuestas para su eliminación, también destaca que los reformistas parecen mezclar y confundir el término «raza» con el concepto científico de «raza», lo que puede ser cuestionado.

Puede ser que efectivamente sea preferible suprimir el término “raza’ y simplemente prohibir la discriminación en función de los “orígenes” u “orígenes étnicos”, en lugar de prohibir la “discriminación racial». Pero no hay que perder de vista que suprimir la palabra no basta para suprimir el problema.

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