Artículos de Opinión

Mario Vargas Llosa: un bárbaro en Paris.

Vargas Llosa en su discurso, sobre la importancia de la literatura en la vida de los seres humanos apunta lo siguiente: “Una vida sin literatura sería horrible, siniestra, despojada de las experiencias más ricas y diversas, una rutina intolerable, hecha de obligaciones que se irían repitiendo diariamente como un conjunto de compromisos sin promesa de remisión”. A propósito de ello, Vargas Llosa se pregunta lo siguiente: ¿Puede un libro salvarnos? El nuevo inmortal responde diciendo: “Es factible que, en la fantasía, al menos los libros que hemos leído e inventado, en los que hemos creído, nos defiendan de la desaparición definitiva y final”. 

Mario Vargas Llosa acaba de cumplir 87 años. Nació en Arequipa el 28 de marzo de 1936. A lo largo de su vida alcanzó los más importantes premios literarios que un escritor puede conseguir. Así, luego de obtener el Premio Nobel de Literatura en 2010, Vargas Llosa volvió a sorprender al mundo entero cuando en noviembre de 2021 fue elegido como nuevo miembro de la Academia Francesa, generando diversas críticas de intelectuales franceses, tanto por sus posturas políticas como porque su candidatura se dio cuando Vargas Llosa contaba con más de 75 años, apartándose de la regla que la propia Academia Francesa había establecido desde 2010.

Al respecto, aprovecharemos la celebración por los 87 años de Vargas Llosa y la publicación de su nuevo libro titulado “Un bárbaro en París” (Alfaguara: 2023), para destacar la importancia que tuvo Francia (París, especialmente) y su cultura en la formación literaria, filosófica, política y personal del Nobel peruano.

Así, como se lee en la contratapa del libro, “la selección de artículos que conforman esta obra da cuenta de la devoción que Vargas Llosa tiene por la cultura francesa y que lo ha convertido en el primer autor de una lengua extranjera que recibe el más alto honor destinado a los escritores francófonos: convertirse en uno de los <<inmortales>>”.

Por lo expuesto, no sorprende que el libro se cierre con el discurso inédito de ingreso en la Academia Francesa pronunciado por Vargas Llosa en febrero de 2023 pero que terminó de escribir el 28 mayo de 2022 (coincidentemente el día en el que en casa celebramos el cumpleaños de mi padre, la persona que hace 27 años me compró mi primera novela de Vargas Llosa “La ciudad y los perros”).

Vargas Llosa bajo la lupa de Granés

En el libro, Carlos Granés, antropólogo y escritor colombiano, considerado uno de los intelectuales latinoamericanos de mayor fuste y originales de la actualidad, tuvo el encargo de escribir el prólogo del mismo. Bajo el título “Una pasión francesa”, Granés dice lo siguiente: “Vargas Llosa abrazó las utopías con Sartre y se liberó de ellas con Camus, Aron y Revel. Pero no fue sólo eso, su formación intelectual y cultural también le dio algo aún más importante: la certeza de que cualquier escritor latinoamericano, incluso uno nacido en la provincia peruana (un bárbaro), podía participar en todos los asuntos políticos, culturales y sociales de su época si se nutría de sólidas tradiciones literarias y filosóficas”.

Un niño en Francia

Sobre su niñez y su relación con las letras francesas, Vargas Llosa en “El amor a Francia” señala lo siguiente: “Desde que aprendí a leer y descubrí en los libros esa mágica facultad de multiplicar la vida humana que tiene la ficción, la literatura francesa ha sido, entre todas, la que siempre preferí, la que me hizo gozar más, la que contribuyó más a mi formación intelectual y a la que debo buena parte de mis convicciones literarias y políticas”.

París era una fiesta

Luego, sobre su sueño de llegar a París, Vargas Llosa expone lo siguiente: “Desde que escribí mis primeros cuentos estuve convencido de que nunca llegaría a ser un verdadero escritor si no vivía en París. Pude parecer ingenuo, pero hace medio siglo, estoy seguro, esta ilusión era compartida por innumerables jóvenes en todos los rincones del planeta que miraban a Francia como la meca de la literatura y el arte”.

Por ello, apuntalando lo antes dicho, Vargas Llosa en su discurso de ingreso a la Academia Francesa anota lo siguiente: “Aprendiendo francés y leyendo a los franceses sin descanso, aspiraba secretamente a ser un escritor francés. Estaba convencido de que era imposible ser un escritor en el Perú, un país donde no había editoriales y apenas librerías, y donde los escritores conocidos para mí eran casi todos abogados, que trabajaban en sus estudios toda la semana y escribían poemas los domingos. Yo quería escribir todos los días, como hacían los verdaderos escritores, y por eso soñaba con Francia y con París”.

La libertad como principio

Acto seguido, sobre el valor de la libertad, Vargas Llosa comenta lo siguiente: “Muchas cosas he aprendido de la cultura francesa, pero la que más a amar la libertad por encima de todas las cosas y a combatir todo lo que la amenaza y contradice. Y, también, que la literatura, si no es, en todas las circunstancias, una manera de resistir el conformismo, de alborotar el cotarro y subvertir los espíritus, no es nada. Esa tradición insumisa, libertaria, rebelde, y su vocación universal, es para mí, entre los varios afluentes del gran río de la cultura francesa, el más fértil y sigue siendo el más actual”.

La subversión literaria

En esa línea, Vargas Llosa, sobre los límites de la literatura dice lo siguiente: “Ninguna literatura ha sido, en el curso de su historia, menos nacionalista ni más universal que la francesa, y dudo que haya otra que, en todas sus etapas históricas, haya servido más efectivamente de contrapeso al poder, a todos los poderes, como aquella que ha enriquecido la humanidad con las plumas de Moliere, de Pascal, de Diderot, de Proust, de Michelet, de Céline, de Antonin, de Artraud y tantos otros”. 

Afianzando lo antes dicho, Vargas Llosa en su discurso, expone lo siguiente: “La literatura necesita de la libertad para existir, y cuando ésta no existe recurre a la clandestinidad para hacerla posible, porque no podemos vivir sin ella, como el aire que es indispensable para nuestros pulmones. De aquella libertad nacen las otras, la de cambiar a los gobiernos o la de simplemente criticarlos, y la de opinar con independencia y discutir entre nosotros, aunque las propuestas sean muy diferentes y a la hora de votar -porque el voto siempre es la manera civilizada de zanjar nuestras diferencias- prevalezcan siempre los que sacan el mayor número.

La literatura y la vida

Del mismo modo, Vargas Llosa en su discurso, sobre la importancia de la literatura en la vida de los seres humanos apunta lo siguiente: “Una vida sin literatura sería horrible, siniestra, despojada de las experiencias más ricas y diversas, una rutina intolerable, hecha de obligaciones que se irían repitiendo diariamente como un conjunto de compromisos sin promesa de remisión”. A propósito de ello, Vargas Llosa se pregunta lo siguiente: ¿Puede un libro salvarnos? El nuevo inmortal responde diciendo: “Es factible que, en la fantasía, al menos los libros que hemos leído e inventado, en los que hemos creído, nos defiendan de la desaparición definitiva y final”.

París: La capital de Latinoamérica

Ahora bien, volviendo a lo expuesto por Vargas Llosa en “El amor a Francia”, sobre la importancia que tuvieron sus siete años parisinos en su formación literaria y personal, el Nobel recuerda lo siguiente: “Cuando conseguí, por fin, realizar mi sueño de vivir aquí, lo primero que me enseñó Francia fue, más bien, a descubrir América Latina y a descubrirme yo mismo como latinoamericano”.

Quizá por ello, Vargas Llosa afirma que Octavio Paz no exageraba cuando dijo: <<París, capital de la cultura latinoamericana>>. ¿Cómo explicar esta frase? “París era la capital latinoamericana porque allí los artistas y escritores de América Latina se conocían, trataban, reconocían como miembros de una misma comunidad histórica y cultural, en tanto que, allá, vivían amurallados dentro de sus países, atentos a lo que ocurría en París, Londres o Nueva York, sin tener la menor idea de lo que ocurría en los países vecinos, y, a veces, ni en los suyos”, afirma Vargas Llosa.

Además, Vargas Llosa, según refiere en su discurso, descubrió que los franceses, fascinados con la Revolución de Fidel y del Che Guevara, habían descubierto la literatura latinoamericana antes que él, y leían a Borges, a Cortázar, a Onetti, a Octavio Paz y, luego, a Gabriel García Márquez. Dice Vargas Llosa: “Gracias a Francia descubrí América Latina, los problemas que compartíamos los países latinoamericanos, la horrible herencia de los cuartelazos y el subdesarrollo. Y, empecé entonces, en Francia, a escribir en español y sentirme un escritor del Perú y América Latina”.

Cierro este artículo citando a Granés que en la parte final del prólogo, en una frase que estoy seguro el propio inmortal suscribiría, dirá que “Vargas Llosa buscando a Francia terminó encontrándose con su país natal y con el mundo entero. O lo que es lo mismo: queriendo ser un escritor francés, acabó convirtiéndose en un peruano universal”.

Nota: esta columna está dedicada a mi hija Rafaella, ella tiene seis años pero siempre me pregunta: ¿Cuándo viajaremos a París?

 

 

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