Artículos de Opinión

Un año fuera de lo común.

En el tablero de juegos mundiales, la minúscula bacteria ha trastocado todo, y a veces, de manera definitiva. Se ha debido confrontar lo desconocido, improvisar, errar, acertar, o aplicar medidas correctivas, también a ciegas, mientras la población exige resultados inmediatos y definitivos.

El año 2020 que dejamos atrás, y que se esperaba sin grandes trastornos internacionales en relación a los anteriores, ha resultado completamente inesperado. Con la velocidad digna de la era globalizada, un virus rebelde ha evidenciado que los progresos científicos y tecnológicos, no dan respuestas para todas las crisis. Ha sido evidente en lo sanitario, y el planeta ha debido soportar una pandemia expansiva, cuya solución paliativa, ha sido y sigue siendo, el confinamiento voluntario o forzado. La vacuna, aparecida por fin, ha desatado una carrera científica y una competencia de los laboratorios como nunca antes. Afortunadamente y en tiempo récord, hoy comienza a circular, y trae esperanzas.

En el tablero de juegos mundiales, la minúscula bacteria ha trastocado todo, y a veces, de manera definitiva. Se ha debido confrontar lo desconocido, improvisar, errar, acertar, o aplicar medidas correctivas, también a ciegas, mientras la población exige resultados inmediatos y definitivos. Los medios de comunicación han entendido el diagnóstico, y transformado a opinantes en expertos instantáneos, que todo saben y todo cuestionan, sin rigor científico, al disponer de la información obsesiva de la red universal. Se sienten capacitados para dar soluciones y criticar las demás. Vale decir, un problema científico y epidemiológico, se transformó en uno político y gubernativo. Casi ninguno de los antiguos responsables en los ministerios de salud, sigue en su puesto. El juicio ciudadano ha sido lapidario, sin gobiernos incólumes, y el juzgamiento proseguirá.

A la vista están los índices de aprobación o los resultados electorales, donde administraciones que parecían imbatibles, como en Estados Unidos, han sido reemplazadas, y otras serán evaluadas con rigurosidad. En aquellos estados donde no hay alternancia en el poder, ni democracia que los permita, los regímenes han consolidado y acrecentado su dominio interior, aprovechando las restricciones sanitarias a las libertades individuales o colectivas. Otro tanto en el campo internacional. No han perdido el tiempo, ni muestran coincidencias ante la crisis, a pesar del surgimiento de otros temas, y el nuevo lenguaje internacional creado en pandemia. La toma de posiciones ventajosas continúa, ante las situaciones políticas o estratégicas tradicionales, ahora extendida al descubrimiento de la cura del virus; con las ventajas comerciales y el prestigio correspondiente. China encarcela a periodistas que difundieron la plaga, y procura dominar los organismos en puestos directivos. Rusia, juzga, persigue y elimina a opositores insistentes. Otros, han expandido su poder político, mientras el mundo prioriza la salud. Nadie está inmóvil.

La economía mundial fue golpeada, en lo que parecía un elemento asentado, como la mundialización sin barreras artificiales, y que hoy parece más lejana. Crecen las necesidades de los menos adelantados, reducido sus intercambios, o endeudado al carecer de ahorros. La merma en la movilidad interna y externa ha sido dramática, y su recuperación es incierta. La mayoría ha volcado sus esfuerzos en lo propio, dejando lo demás, para una vez que regrese la ansiada normalidad. Algunos procesos integradores están en compás de espera, cautelosos ante el futuro. El BREXIT y la UE logran un acuerdo de último momento, e inician una nueva etapa, con realismo.

Muchos descontentos se han generalizado, con episodios de rebeldía, indisciplina, individualismo, protesta social, violencia, racismo e intolerancia, que creíamos superados. Si así se lograra el control de la pandemia, o por desfiles masivos, sería fácil, pero no sirven y al contrario, la agravan. Son reacciones que pueden seguir ocurriendo, aunque la economía se restablezca. Indican crisis sociales profundas y falta de respuesta a necesidades no satisfechas. La ciudadanía ahora las conoce, y exige solución, aunque insista en muchas ilusorias o fracasadas anteriormente.

Se puede anticipar que la búsqueda de la anhelada normalización, será paralela al control de la salud planetaria, y al intento de regresar a los tiempos pasados. Sin embargo, ya no sean los mismos, y surgen dudas si el gran sistema mundial podrá reeditarse sin atenderlos. En algunas situaciones, lo más probable es que así ocurra. Pero no se puede anticipar, porque habrá muchas soluciones que, tal vez, ya no son las adecuadas y deban revisarse. No se requiere ser adivino para vaticinarlo. Variados fundamentos del actual sistema internacional, podrían no ser eficaces nuevamente. Ni la economía, el derecho, los organismos, las comunicaciones, el aprendizaje, los desplazamientos, y tantos más, al regresar la buscada normalidad habitual, ya no serán apreciados como pertinentes al tiempo nuevo e impredecible que nos espera. No es futurología, pero el relacionamiento humano ha experimentado transformaciones perdurables. Otro tanto para la convivencia entre las naciones, con nuevos escenarios que han surgido y deban considerarse.

Son intensos y variados los cambios experimentados de una vez y en tan corto tiempo, que quedaron de manifiesto el año pasado. Sólo podemos enunciarlos y procurar estar prevenidos. Lo único que podemos anticipar, es que los desafíos ya comenzaron en este 2021 que iniciamos. (Santiago, 4 enero 2020)

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