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Los ecos de las epidemias que forjaron la historia de la humanidad resuenan en el presente con la del COVID-19.

Hace algunas décadas que la Humanidad estaba convencida de su ciencia había dominado las epidemias que en pasado la habían asolado; la crisis del coronavirus nos recuerda nuestra historia.

22 de marzo de 2020

En una reciente publicación del medio español Confilegal se da a conocer el artículo "Los ecos de las epidemias que forjaron la historia de la humanidad resuenan en el presente con la del COVID-19".
El texto afirma que a pesar de que los contextos históricos y el desarrollo científico son muy diferentes, con todas las distancias y sin hacer una comparación directa, las grandes epidemias que ha sufrido la humanidad comparten ciertos rasgos comunes sociológicos y económicos.
Han alterado la historia y las sociedades, afectando las relaciones personales, el trabajo de artistas e intelectuales y los entornos naturales y creados por el hombre.
A continuación, el texto asegura que nos ponen frente al espejo para recordarnos que somos parte de una misma especie, nos muestra un lado oscuro, pero también un lado heroico.
Hace algunas décadas la humanidad, y en especial buena parte de las élites científico-técnicas y de los organismos internacionales creyó que podía acabar con las plagas y las enfermedades epidémicas, o, por lo menos, ponerlas bajo control.
Una idea optimista que ahora se ve puesta en tela de juicio, con esta pandemia del coronavirus que está sufriendo el mundo entero.
Pero antes que esta, la humanidad ha sufrido otras, que se remontan al origen de los tiempos. A los de Moisés, que relata la Biblia, y que hoy pueden tener una explicación parcialmente científica.
Sin embargo, recuerda Confilegal, que la primera gran pandemia documentada es la plaga de Justiniano, una peste contagiada por ratas y moscas que entre los años 541 y 542 se calcula que provocó entre 30 y 50 millones de muertes.El historiador bizantino Procópio de Cesarea trazó los orígenes de la peste (la bacteria Yersinia pestis) hasta China y el noreste de India, por rutas comerciales terrestres y marítimas a Egipto, donde ingresó al Imperio bizantino a través de puertos mediterráneos.
A pesar de ello, culpó del estallido al emperador Justiniano, invocando el castigo de Dios.
Algunos historiadores señalan que la pandemia marcó el comienzo de la Edad Media.
Las enfermedades han afectado a la humanidad desde el principio de los tiempos, pero no fue hasta el asentamiento de las comunidades agrarias cuando la escalada y propagación de estas enfermedades aumentaron dramáticamente.
El comercio generalizado creó nuevas oportunidades para las interacciones entre humanos y animales, lo que aceleró epidemias como la malaria, la tuberculosis, la lepra, la gripe, la viruela y otras que aparecieron por primera vez durante estos primeros años.
Luego, Confilegal arguye que cuanto más humanos se civilizaran y habitaran ciudades más grandes, enlazadas por rutas comerciales más exóticas y un mayor contacto con diferentes poblaciones de personas, animales y ecosistemas, más probables eran las pandemias.
Enseguida, el texto expone que la muerte Negra, la misma peste de Justiniano, se desató en Europa, Medio Oriente, Asia central, India y China entre los años 1347 y 1351, acabando con la vida nada menos que de 200 millones de personas, diezmando la población y provocando la desaparición del comercio, el declive de las ciudades, el abandono del campo, la consiguiente hambruna y una crisis que afectó a todos los estratos sociales, desde reyes a plebeyos.
Se dejaron de construir iglesias y catedrales, cerrando en cierto modo el periodo medieval, según los estudiosos de la época.
La muerte entró por la ciudad de Caffa, en Crimea, y en seis años, había tomado el continente.
Pero también las oleadas de peste a lo largo de los siglos conllevaron la introducción de medidas de salubridad en las ciudades,  tales como la recogida de basuras y aguas fecales; la regulación de la presencia de animales;  la construcción de cementerios alejados de los recintos urbanos y la obligación de encalar anualmente iglesias y casas.
CUÁNDO COMENZARON A APLICARSE LAS CUARENTENAS
Enseguida, el texto expone que la práctica de la cuarentena comenzó durante el siglo XIV, en un esfuerzo por proteger a las ciudades costeras de las epidemias de peste.
Las autoridades portuarias cautelosas exigieron que los barcos que llegaban a Venecia desde puertos infectados permanecieran anclados durante 40 días antes de desembarcar, el origen de la palabra cuarentena del “quaranta giorni” italiano, o 40 días.
La práctica se extendió a todos los puertos de mar en época de pandemia.
No hay que perder de vista que la comprensión y control de los patógenos es muy reciente.
Hace solo 200 años, ni siquiera se entendía la causa básica de las pandemias: una teoría aceptada afirmaba que la enfermedad era producida por un tipo de gas.
En solo dos siglos, se descubrió que venía causada por una variedad diversa de agentes microscópicos y cómo cultivarlos en el laboratorio, secuenciar sus genomas, implantar nuevos genes y crear funciones completas.
Otra epidemia que hundió la economía fue la gripe de 1918.
Fue como “la gripe española”, por ser uno de los primeros países donde se informó de ella, causó más muertos que la Primera Guerra Mundial, entre 40 y 50 millones de personas. Pero de “española” no tenía nada. Puede tener dos orígenes: Kansas, Estados Unidos, o China.
Entre esta pandemia y la guerra, la actividad económica se vio seriamente afectada y hubo cambios en los movimientos migratorios.
Más recientemente, recueda el documento, las “vacas locas” en el Reino Unido, pese a que la transmisión a humanos es relativamente limitada, el VIH y la malaria, el ébola, el cólera, la gripe asiática, la porcina y los diferentes coronavirus, como el actual, y otras enfermedades que  siguen brotando una y otra vez o se perpetúan en muchos países.
Muchas otras, como por ejemplo la tuberculosis, se mueven en zonas de pobreza y la desigualdad. Lo mismo podría decirse de otra gran epidemia que no parece vaya a desaparecer nunca: el hambre.
A pesar de todo, añade el texto, de los datos se desprende la tendencia constante en la reducción gradual de la tasa de mortalidad, gracias a los avances científicos, la mejora de la atención médica y la comprensión de los factores que incuban las pandemias.
Por ejemplo, uno de los primeros en confiar en la geografía y el análisis estadístico fue cuando en 1854, en Londres, el doctor John Snow llegó a la conclusión de que el cólera se estaba propagando a través de agua contaminada y decidió mostrar los datos de mortalidad del vecindario directamente en un mapa.
Este método reveló un grupo de casos alrededor de una bomba específica de la que esas personas extraían su agua.
LITERATURA PARA UN BLOQUEO
Asimismo, el documento comenta que “El Decamerón” describe la peste que asoló Florencia en 1348 y su autor, Giovanni Bocaccio explica cómo en aquellos días “un hombre muerto no tenía más importancia que una cabra muerta”.
Boccaccio tiene en “El Decamerón” un enfoque ligero sobre el tema de la peste bubónica, al imaginar a un grupo de diez jóvenes (siete mujeres y tres hombres) que huyen de la plaga que asoma Florencia y se refugian en una villa de la Toscana.
Se entretienen narrando un cuento por día durante diez días, dando 100 historias, dentro de tres temáticas –amor, inteligencia humana y fortuna–, que van de lo erótico a lo trágico, pasando por lo gracioso y lo vulgar.
La adaptación cinematográfica de 1971 de Pier Paolo Pasolini, con música de Ennio Morricone, es una excelente alternativa.
“La peste” de Albert Camus es la novela por excelencia sobre cómo reacciona la psique humana en tiempos de peste, encierro y miedo a la muerte.
Los personajes de la historia de Camus reflejan todo el espectro de comportamiento, que abarca desde el enfoque científico y práctico de Rieux, un médico que combate la epidemia que asola la ciudad portuaria argelina de Orán, hasta el espeluznante Cottard, que se deleita en la desgracia colectiva, pero finalmente se vuelve loco, y el Padre Paneloux, que encuentra consuelo en la voluntad de Dios, y acaba  enfermando. “La peste” es una oda a la humanidad en sus tiempos más oscuros.
En un diario del año de la peste, Daniel Defoe reflexiona sobre la voluntad divina y el surgimiento de estafadores, hasta los derechos y los errores de encerrar a las personas en sus casas.
Narra con todo detalle la epidemia de peste que sufrió Londres en 1665 y que mató a una quinta parte de la población.
Defoe concluye con la sombría nota de que el agradecimiento de los sobrevivientes a Dios demostrará ser de corta duración y que volverán a caer en sus viejos hábitos.
Samuel Pepys es testigo de primera mano en sus “Diarios de los horrores” de esta misma epidemia de peste bubónica.
Se trata de una visión inquietante de despoblación, incendios en las calles y el incesante sonido de las campanas.
A pesar de todo, el temerario político describe 1665 como un año en el que “nunca vivió tan felizmente”.
“Los prometidos”, Alessandro Manzoni, lectura obligatoria para los estudiantes de secundaria italianos describe la peste bubónica que aniquiló a una cuarta parte de la población de Milán entre 1629 y1631.
Particularmente conmovedora, añade el texto, es la descripción de Manzoni del descenso de la multitud a una psicosis colectiva y el linchamiento público y el enjuiciamiento injusto de personas acusadas erróneamente de propagar intencionalmente la peste, el “untori”.
Luchino Visconti adaptó la novela de Thomas Mann, “Muerte en Venecia”, en la que un escritor desarrolla un amor obsesivo y no correspondido por un bello joven mientras una epidemia de cólera procedente del Ganges se propaga rápidamente a través del laberinto de canales de la ciudad italiana.
El historiador griego Tucídides no solo fue testigo presencial sino también un superviviente del mal que arrasó Atenas desde el 430 a. C.
No hay consenso sobre cuál era la enfermedad, pero resultó cruel: causó sed insaciable, fiebre, espasmos, úlceras, vómitos y pérdida total de memoria.
Debilitó a Atenas en su guerra con Esparta y reclamó la vida del gran estadista de la ciudad, Pericles. Tucídides señala que también provocó un colapso en la ley y la moral, con personas que malgastaban su dinero en los placeres de la vida. En su tragedia, Edipo Rey, escrita en 429 a.C., Sófocles abre la acción en una ciudad derribada por la peste.
Así dijo el dramaturgo: “El dios portador del fuego, la pestilencia más odiosa, se abalanzó sobre nuestra ciudad”.

 

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