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Inteligencia artificial.

Acerca de los avances tecnológicos y el derecho.

Las máquinas forzarán a los abogados a discursos intelectuales de mayor valor y calado con sus clientes, y al mismo tiempo a la diferenciación entre los servicios legales por competencias sociales y emocionales de los abogados.

7 de febrero de 2017

En una reciente columna, el académico español Javier Puyol ha planteado que la historia de la humanidad está plagada de ejemplos de avances tecnológicos y los cambios que ellos han propiciado en la sociedad.
Así, expone que mientras la mayoría de los empleados y de los independientes están intentando adaptarse a la idea de que un puesto de trabajo ya no es para toda la vida, y acostumbrándose a vivir múltiples etapas laborales en vidas azarosas, asoma por el horizonte una nueva ola de transformaciones que harán, según dicen los expertos, que todo lo que conocíamos hasta ahora prácticamente desaparezca, fruto de las nuevas herramientas digitales, del nuevo software, de la inteligencia artificial y de los cambios en los modelos de negocio.
Por esto, señala la columna que el mundo de la abogacía y del derecho, no puede mantenerse ajeno a esta tendencia y al desarrollo de estas nuevas corrientes. Hace poco se señaló que las máquinas que vienen, ayudarán a escalar el conocimiento y a acelerar la experiencia.
Así, la introducción de la inteligencia artificial en el desarrollo del trabajo y de las tareas profesionales, marcará un antes y un después en la profesión jurídica.
Aunque por muchos se piensa que la tecnología jamás podrá sustituir al ser humano en el proceso de toma de decisiones, porque esta es “una labor de artesanía que no puede realizar ninguna inteligencia artificial”, la cual, sin lugar a dudas, agilizará la justicia, ayudará en la exactitud de las resoluciones. Pero no llegarán a sustituir a las personas. También puede que la realidad, finalmente, esta no sea así, y las personas sean sustituidas por maquinas o robots, donde cabe preguntarse: ¿Qué papel jugarán las personas?
Las máquinas podrán realizar ciertos trabajos, sostiene el autor, pero no sustituirán a ese abogado que añade valor y que tiene la capacidad emocional de entender a los clientes más allá de los aspectos técnicos, lo cual provocará como un claro condicionamiento una nueva evolución de la profesión, donde las competencias y las habilidades sociales serán mucho más relevantes.
Pero forzará a los abogados a discursos intelectuales de mayor valor y calado con sus clientes, y al mismo tiempo a la diferenciación entre los servicios legales por competencias sociales y emocionales de los abogados.
A modo dejemplo, el académico concluye citando la situación creada por el bufete estadounidense de abogados Baker & Hostetler anunció recientemente que han contratado a ROSS, “el primer abogado artificialmente inteligente del mundo”, para echar una mano en casos de bancarrota empresarial.

 

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