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A propósito del Objetivo de Desarrollo Sostenible N° 13 de Acción por el Clima.

Informe sobre la Brecha de Adaptación al Cambio Climático de Naciones Unidas 2018.

No todos los países han presentado objetivos de adaptación cuantificables, lo que hace imposible monitorear las diferentes variables claves a través del tiempo y responder ante progresos que sean demasiado lentos o poco satisfactorios.

26 de diciembre de 2018

En una reciente publicación de la Biblioteca del Congreso Nacional (BCN) se da a conocer el Informe sobre la Brecha de Adaptación al Cambio Climático de Naciones Unidas de este año 2018. Este explora la brecha entre el nivel real de adaptación de los países y el nivel requerido para lograr los objetivos climáticos acordados a nivel internacional.
Recuerda que el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático del año 2015, además de unir a los países en la tarea de mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de los 2°C con respecto a los niveles preindustriales, estableció el objetivo global de “mejorar las capacidades adaptativas, fortalecer la resiliencia y reducir la vulnerabilidad al cambio climático, con miras a contribuir al desarrollo sostenible”.
En esta misma línea, explica, las Naciones Unidas desde el año 2014 ha venido emitiendo una serie de documentos denominados “Informes sobre la brecha de adaptación”, los cuales analizan las diferencias entre los niveles actuales de adaptación al cambio climático y los niveles necesarios para concretar los objetivos que como sociedad global hemos acordado. El último de los informes, publicado este pasado 6 de diciembre 2018, nos da luces sobre los grandes desafíos que todavía nos quedan por superar en el mundo y en la región latinoamericana, con especial énfasis en las potenciales repercusiones que el cambio climático tiene en la salud de todos los sectores de la población.

El estado actual de la legislación y las políticas para abordar la adaptación

La BCN resalta que la Cumbre para la Tierra de Naciones Unidas, realizada en Río de Janeiro en el año 1992 fue un momento clave en las negociaciones internacionales sobre el cuidado del medio ambiente y la búsqueda conjunta de desarrollo. Esta cumbre fue la que vio nacer la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC por sus siglas en inglés) el cual tiene como objetivo final la “estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático” y ofrece una estructura para canalizar los esfuerzos internacionales de legislación y política pública dirigidos a resolver el inmenso desafío del cambio climático. Bajo esta convención, los gobiernos deben elaborar reportes que especifiquen qué acciones están tomando para hacer posible una adecuada adaptación, incluyendo información sobre sus planes nacionales, leyes y políticas públicas.
A continuación, asegura que en el Informe sobre la Brecha de Adaptación al Cambio Climático 2018 se evidencia que aunque el UNFCCC entró en vigencia en 1994, a la fecha menos de la mitad de los países suscritos poseen marcos de política integrales que sean capaces de afrontar el cambio climático de una manera holística, solo unos pocos han desarrollado el área de gestión de riesgos de desastres y que la mayoría de los Gobiernos más bien enfoca la adaptación a través de planes de desarrollo o a través de políticas sectoriales específicas de alcance limitado.
También, asevera, no todos los países han presentado objetivos de adaptación cuantificables, lo que hace imposible monitorear las diferentes variables claves a través del tiempo y responder ante progresos que sean demasiado lentos o poco satisfactorios.

La brecha de adaptación entre países pobres y ricos disminuye, pero a paso lento

La BCN expone que en los últimos 20 años los países de ingreso bajo y medio han exhibido mejoras en varios indicadores relevante para la capacidad adaptativa, especialmente aquellos de acceso a saneamiento básico, agua limpia y electricidad y las tasas de inmunización y mortalidad infantil. Sin embargo, el progreso ha sido lento y si las actuales tasas se mantienen constantes, el cierre de las brechas con los países ricos no se vislumbra factible en el corto plazo. Como ejemplo, el acceso medio a saneamiento básico de los países de menores ingresos se encuentra alrededor del 30%, a las actuales tasas anuales de aumento de alrededor del 2-8% estos países tardarán varias décadas en alcanzar los niveles de los países de ingreso bajo-medio.

La brecha de financiamiento

Luego, la BCN afirma que las pérdidas económicas producto de eventos climáticos extremos alcanzaron un record histórico en el año 2017 con una estimación de US$330 billones, de los cuales solo US$136 billones estaban asegurados.
Aparte de la poca atención que se la ha puesto al área de gestión de riesgos de desastres, también son pocos los países que han creado los instrumentos financieros necesarios para hacerle frente al cambio climático.
El Reporte sobre la Brecha de financiamiento a la Adaptación de Naciones Unidas 2016 aumentó significativamente las estimaciones previas de los costos de la adaptación. Estos costos anuales podrían situarse entre los US$140 billones y los US$300 billones al año 2030, y entre los US$280 billones y los US$500 billones al año 2050, aunque todavía existen importantes vacíos de información que hacen imposible incluir los impactos en una serie de sectores, especialmente los relacionados con la pérdida de biodiversidad y servicios ecosistémicos (ecosistemas que contribuyen directa e indirectamente al bienestar humano).
En términos generales, añade el texto, existe una brecha significativa, y peligrosa, en el financiamiento para la adaptación. Los flujos de finanzas públicas globales se han mantenido estables en US$23 billones, el 64% de este monto destinado a países en vías de desarrollo a través de financiamiento climático bilateral, fondos climáticos y bancos de desarrollo multilaterales. Otras fuentes de financiamiento como instituciones de desarrollo financiero, financiamiento público doméstico y recursos provenientes del sector privado, si bien existen en la mayoría de los países, son difíciles de acceder y su alcance y cuantía son extremadamente limitados.

Las brechas en el sector salud son materia de vida o muerte

Enseguida, la BCN indica que la segunda parte del Informe sobre la Brecha de Adaptación al Cambio Climático 2018  ahonda en la brecha de adaptación en un sector en particular: la salud. En él, se identifican 3 riesgos claves en relación con el clima:
1) Calor y eventos extremos: la variabilidad climática actual ya amenaza a los grupos vulnerables de muchos lugares del mundo. Los aumentos proyectados de temperatura, los eventos climáticos extremos y las tendencias sociodemográficas que ya se dejan ver para el futuro solo aumentarán la exposición y los riesgos. Al año 2030 y 2050 se calculan en 90.000 y 250.000, respectivamente, las muertes anuales relacionadas al calor en los adultos mayores, siendo América Latina, junto con África Subsahariana y el Sudeste Asiático regiones especialmente vulnerables.

2) Enfermedades infecciosas sensibles al clima: Las enfermedades infecciosas ya representan un gran porcentaje de la morbilidad a nivel global, especialmente en África y en Asia y principalmente aquellas que se transmiten a través del agua y a través de vectores como insectos y animales. El aumento de las precipitaciones e inundaciones ocasionadas por el cambio climático pueden contaminar las reservas de agua potable y aumentar la proliferación de este tipo de enfermedades, afectando a las poblaciones más vulnerables y especialmente a las mujeres, niños y ancianos. Sin ninguna medida de adaptación, al año 2030 se proyectan 48.000 muertes de niños menores de 15 años adicionales producto de diarrea, y 60.000 muertes adicionales producto de malaria.

3) Seguridad alimentaria y nutricional: África Subsahariana y el Sudeste Asiático son históricamente las regiones más vulnerables a la malnutrición crónica. El cambio climático se espera que tenga impactos directos e indirectos significativos en los sistemas alimentarios, estimándose al año 2030 7,5 millones de casos adicionales de desnutrición crónica y al año 2050 10,1 millones de casos adicionales, si no se toman medidas pertinentes de adaptación.

La buena noticia, destaca, es que una parte sustancial de los impactos en mortalidad, morbilidad y disminución de la calidad de vida que tiene el cambio climático es prevenible o solucionable en el corto plazo. Entre las principales acciones que se mencionan en el documento para contribuir a cerrar las brechas de adaptación en salud se encuentran aumentar la resiliencia climática de los sistemas de salud, esfuerzos relacionados con acciones de desarrollo más amplias y esfuerzos relacionados con la alerta temprana, el monitoreo y la construcción de la base de evidencia:

1) Aumentar la resiliencia climática de los sistemas de salud a través de:

Invertir en mejorar la infraestructura física de los centros de salud para que éstos puedan continuar con sus funciones aún luego de eventos climáticos extremos
Invertir en la creación de capacidades de respuesta y preparación en la fuerza de trabajo del sector salud
Integrar el sector salud en políticas de adaptación más amplias en pos de crear sinergias 

2) Esfuerzos relacionados con acciones de desarrollo más amplias como:

Invertir en mejoras en el acceso al agua potable, saneamiento, higiene y seguridad alimentaria
Masificar intervenciones locales exitosas para evitar la malnutrición en todas sus formas, por ejemplo, a través de la entrega de suplementos

3) Esfuerzos relacionados con la alerta temprana, el monitoreo y la construcción de la base de evidencia como:

Construir sistemas de alerta temprana y monitoreo eficaces
Aumentar la evidencia científica sobre los riesgos de salud relacionados con el clima

 

Vea texto íntegro del documento

 

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