Artículos de Opinión

Balance provisional desastroso de la agresión rusa.

El sistema internacional vigente, se ha visto trastocado. Rusia, uno de sus principales responsables, ha decidido romperlo. Paralizado por su veto, el Consejo de Seguridad ha dejado de cumplir con su obligación principal. Por tanto, se ha recurrido a la Resolución Unión Pro Paz (377 (V) de 1950), luego de 25 años.

Ha pasado más de un mes desde la invasión rusa a Ucrania, y todavía es incomprensible, salvo para Putin. Si miramos con objetividad sus resultados parciales, ninguno ha sido positivo. La sensación de impotencia y frustración, predominan, aunque la prensa nacional e internacional nos informen día a día, tal vez, con progresiva menor intensidad, como si fuera una guerra normal. Desgraciadamente, en algunos aspectos se ha vuelto repetitiva, y abandonado las primeras páginas televisivas y de otros medios, aunque no haya dejado de ser intolerable. Basta considerar cualquiera de los tan numerosos factores involucrados para constatarlo. Intentaré algunos, a riesgo de no incluir otros posibles.

En lo bélico, las tropas de Putin han traspasado las fronteras ucranianas con Bielorusia, del mar Negro, y terrestres con Rusia. Controlan territorios fronterizos, avanzan, y pretenden sitiar u ocupar algunas ciudades, aunque sea a costa de destruirlas sistemáticamente, para reducirlas a escombros. ¿Sirve un país devastado? Su población no ha importado, sea militar, o civil de cualquier edad, género u ocupación, incluso hospitales, escuelas, maternidades, o granjas. Emigra forzadamente por millones. Algunas ciudades resisten valerosamente, como la Capital, o aquellas cercanas a los europeos orientales. Ningún corredor humanitario se ha respetado, y tampoco los intentos de alto al fuego. El objetivo es el de tierra arrasada, al más puro estilo bárbaro. Hay riesgo cierto para los siete sitios ucranianos del Patrimonio Mundial UNESCO. Rusia que tanto cuida los suyos, no le importa destruir los ajenos.

Nada ha sido como presumiblemente se planificó, aunque se afirme lo contrario. Toda guerra que se prolonga con tropas en territorio extraño, cualquier demora, hace crecer su desgaste, motivación, capacidades materiales, desmoralización, y una creciente necesidad de aprovisionamiento tanto bélico como de alimentos, y múltiples otros. Si se suma una resistencia valerosa y determinada, en cada rincón del país, cada calle o cada casa, buena parte de las operaciones se estancan y la victoria se aleja. Nada importan las proclamas, falsa propaganda, ocultamiento de la verdad y aplausos obligados, o la represión redoblada. La sensación de derrota, por una decisión que les perjudica más que beneficia, cunde silenciosamente, se expande inmanejable con noticias contradictorias desde el frente militar, amplificadas por las redes electrónicas. Si las cortan o censuran, las peores versiones y los rumores las reemplazan. Son el terror de toda dictadura.

En lo personal, la figura engrandecida de Zelensky contrasta con la de Putin, lo apresen, reemplacen, manden al exilio, o lo eliminen. Es un símbolo de la resistencia, de la democracia y la libertad, A Putin, se le califica de demente o de dictador sanguinario. Ya no importa el resultado de la guerra ni lo que conquiste. Nunca más volverá a ser un interlocutor válido, salvo para obsecuentes que serán cómplices. Se ha presentado su caso ante la Corte Penal Internacional por Ucrania, acusado de genocidio y crímenes de lesa humanidad. Prospere o no, se inicie o no un proceso formal, ya está condenado y de nada valdrán los tecnicismos. No son pocos los criminales mundiales sin sanción alguna, ni dejaron de serlo. Será la sombra que lo acompañe cualquiera sea su permanencia en el poder, y que se extenderá a quienes lo acepten. Está quedando solo en sus palacios, en un mundo interrelacionado donde todos se contactan. Otro tanto para sus colaboradores inmediatos. El Canciller Lavrov frente a una sala casi vacía en la ONU, donde fue figura alabada por diez años, es muy revelador.

El sistema internacional vigente, se ha visto trastocado. Rusia, uno de sus principales responsables, ha decidido romperlo. Paralizado por su veto, el Consejo de Seguridad ha dejado de cumplir con su obligación principal. Por tanto, se ha recurrido a la Resolución Unión Pro Paz (377 (V) de 1950), luego de 25 años. Dos reuniones extraordinarias de la Asamblea General la condenaron categóricamente por 141 votos, la primera, por la invasión, y 140 de 193 Estados, la segunda, sobre la situación humanitaria. El Consejo, rechazó el intento ruso de aprobar una Resolución sobre protección de civiles, para justificar la agresión. Pocas veces visto contra una gran potencia, aunque no sean obligatorias, sino recomendaciones, pero que autorizan legalmente a adoptar todas las medidas que los países decidan, incluso violar acuerdos vigentes con Rusia. Otro tanto ha sucedido con el Derecho Internacional. Ha sido vulnerado punto por punto según la Carta y las normas mundiales, justamente en su más importante logro de casi ochenta años: el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales. Rusia ha cometido agresión, un crimen internacional, y por ello ha sido demandada por Ucrania ante la Corte Internacional de Justicia. Por 13 votos contra 2, la Corte adoptó Medidas Provisionales. Entre ellas: suspender las operaciones militares; controlar las fuerzas irregulares; no agravar el conflicto; y mantener informada a la Corte. Una decisión obligatoria y vinculante para las partes. Rusia declaró que no tomaba en cuenta el fallo y no compareció. Quedó en la ilegalidad.

La invasión rusa ha sido paulatinamente sancionada por occidente, en su economía, comercio, operaciones bancarias, y cada día se acuerdan otras más drásticas. De lenta aplicación y con costos recíprocos, luego de veinte años de interacción rusa en el comercio mundial, serán sumamente decisivas en el mediano o largo plazo. Por ahora es la respuesta de occidente y de la OTAN, que no desea involucrarse en el conflicto, ante el riesgo de guerra mundial, si bien pueden cometerse errores. Frente a las acciones militares de Rusia, parecen estrategias y posiciones no equivalentes. La occidental no desea una confrontación militar, la evita y sólo apoya con armas de menor potencia y dinero a la resistencia ucraniana. La de Rusia, es una “operación militar especial”, cuyo eufemismo no cambia su agresión bélica. Muchos desearían un mayor involucramiento en defensa de Ucrania. El propio Presidente Zelensky lo ha rogado a todos, insistentemente. Cuesta contenerse ante los horrores de Putin, es comprensible. Sin embargo, cualquier otra alternativa sería una guerra de alcance impredecible en el este de Europa, y contra la segunda potencia militar del mundo, comandada por alguien que parece determinado a todo, aún a costa de su propia destrucción. El mundo ha aprendido que con personajes descontrolados, lo peor, sería entrar en su juego, provocarlos y destruirse mutuamente. Se requiere constancia y determinación para no caer en la trampa. En contrapartida, está el trágico sacrificio de Ucrania, que pese a haberse demostrado como un adversario temible y determinado, de prolongarse el conflicto, su integridad territorial e independencia política, están seriamente comprometidas. Toda negociación parece imposición. Es un futuro incierto, pero Putin, aunque gane la guerra, no saldrá victorioso ni impune. (Santiago, 28 marzo 2022)

 

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