Artículos de Opinión

Una Asamblea ONU decisiva.

Hay un ambiente poco esperanzador, de división y de acuerdos difíciles, y algunos, imposibles. Así, se alega que la institucionalidad vigente por casi ochenta años, no está claramente adecuada a los desafíos de hoy. Mucho menos, pues no faltan aquellos que, poco a poco, se apartan de los consensos alcanzados por tantos años. El riesgo es real, como una forma de debilitar el sistema. Son muchos los signos que lo atestiguan, y no pocos los que lo incentivan, mostrando oposiciones o cediendo a nuevas corrientes, algunas sustitutivas de aquellas que creíamos invariables.

Pasadas las semanas de los Jefes de Estado y de Gobierno, con sus discursos pomposos, y casi siempre dedicados a sus asuntos internos, que a pocos interesa, comienza a desarrollarse la actual Asamblea General de Naciones Unidas, en su 78º período de sesiones en Nueva York. Por sobre los temas rutinarios, algunos desde hace largos años, ésta, tiene características propias, distintas a tantas anteriores. Existen algunos novedosos, y en ciertos casos, urgentes.

El marco lo ha dado el propio Secretario General, quien al inicio de los plenarios, señaló algunas de sus prioridades, como: un Foro Político de Alto Nivel para el Desarrollo Sostenible, luego de la última pandemia; una Cumbre del Futuro para el 2024, y la Solidaridad Mundial;  la denominada Ambición Climática y la Sustentabilidad, ante los estragos medioambientales; los Derechos de Aguas, y el saneamiento para la paz y cooperación; junto a su más llamativa advertencia, de que: “el mundo ha cambiado, las instituciones no”. De esta manera, reconoce que la Organización está pasando por un momento crítico, con las principales potencias confrontadas entre sí, además de no pocos países que abiertamente desafían el sistema internacional, y lo tienen paralizado, o con mínimos avances, junto a intentos de cambiarlo.

El temario lo evidencia, al incorporar, entre otros asuntos,  el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, para reforzarlas; el crecimiento económico; la asistencia humanitaria; África y los Derechos Humanos; las drogas y su prevención; el terrorismo; la justicia y el Derecho Internacional; y el día de la Eliminación de las Armas Nucleares; y los riesgos de la inteligencia artificial, entre otros. Cada uno de ellos, deberá ser examinado por las respectivas Comisiones (que son siete), y considerados por los delegados.

Muchos serán adoptados en resoluciones, decisiones, o declaraciones, todas discutidas acaloradamente, y a veces, aprobadas por distintas mayorías, cuando finalizan los trabajos de las Comisiones, normalmente entre noviembre y diciembre, y luego pasan a la Asamblea General. Un ejercicio que permite, en ciertos casos, que esos instrumentos internacionales, que nacen como meras recomendaciones, luego de que cumplen los requisitos de la costumbre internacional, (esta vez escrita), se transformen paso a paso, en normas obligatorias, formando parte de aquellas fuentes no clásicas del Derecho Internacional. Un proceso que es el más corriente en los órganos de la ONU, como de todos los organismos internacionales, y que constituye buena parte de su trabajo habitual, permitiendo la necesaria evolución de las normas mundiales. De ahí su importancia.

No obstante, hay un ambiente poco esperanzador, de división y de acuerdos difíciles, y algunos, imposibles. Así, se alega que la institucionalidad vigente por casi ochenta años, no está claramente adecuada a los desafíos de hoy. Mucho menos, pues no faltan aquellos que, poco a poco, se apartan de los consensos alcanzados por tantos años. El riesgo es real, como una forma de debilitar el sistema. Son muchos los signos que lo atestiguan, y no pocos los que lo incentivan, mostrando oposiciones o cediendo a nuevas corrientes, algunas sustitutivas de aquellas que creíamos invariables.

Por ejemplo, ciertos principios que han irrumpido velozmente, buscando opacar a otros consagrados. Es el caso de los ecológicos y medioambientales, muy necesarios y urgentes, pero que podrían ser utilizados como arma política. O bien los temas de género, igualmente indispensables, salvo que se transformen en consignas, creando conflictos innecesarios. Otro tanto, para los derechos de los pueblos originales, también sumamente importantes, sin que pasen a enemistar y hasta promover confrontaciones entre dichos pueblos y gobiernos. Siempre existirá la posibilidad de extremarlos, según las preferencias ideológicas interesadas. O finalmente, aquellos religiosos, de extrema sensibilidad, que no se transan, y que crean divisiones insalvables, como lo han demostrado infinidad de guerras, que todavía subsisten, y hasta movimientos terroristas fanáticos basados en creencias. Los hemos visto y muchos prosiguen, o renacen súbitamente, con algunos que no los condenan y hasta justifican.

Son todavía casos aislados, pero tienden a generalizarse, lo que podría interpretarse como asuntos que, forman parte de la natural evolución de los tiempos internacionales, y son convenientes. Si bien, llevados en otra dirección, se buscaría el reemplazo de los principios rectores de la Carta, que siguen siendo aceptados por las grandes mayorías. Las consecuencias quedan a la vista, desde el momento en que hay  grandes potencias que desean imponerlos, no sólo aplicándolos a su propia conducta, sino buscando aliados. Lo vemos frente a la agresión Rusa a Ucrania, que habrá que estar atentos a las resoluciones que finalmente se adopten, si conservan o no, las repetidas votaciones anteriores, de inmensas mayorías contrarias, o si la campaña rusa y acercamiento a algunos países, ha logrado morigerar sus críticas originales. Mostraría un avance en la tolerancia, del quiebre institucional provocado, y que podría ser imitado. Lo mismo sería aplicable a China, que ha reclamado su camino propio, e impuesto condiciones a quienes desean comerciar con ellos, u obtener inversiones, sin transigirlas, a riesgo de limitaciones en su relación mutua.

Al mismo tiempo, siguen sin resolverse múltiples situaciones mundiales conflictivas, con guerras que prosiguen y donde el Organismo no ha podido impedirlas, o se encuentra paralizado. Otros países lo han aprovechado para agruparse en posturas desafiantes, fuera de la legalidad. También son muy variados, como aquellos sancionados que intentan normalizarse. Es el caso de Corea del Norte, ahora aliado militarmente con Rusia; Siria y su larga revolución, sin que Assad deje el poder; o los nuevos golpes de Estado en África, que han recrudecido, y donde los países occidentales han debido abandonar; o aquellos regímenes instalados permanentemente con violaciones flagrantes de derechos humanos, que prosiguen, pero que no se condenan suficientemente y siguen buscando apoyos. Son los que más resaltan, y en definitiva, siguen horadando el sistema creado. Es precisamente el mayor peligro, pues se tiende a normalizar lo prohibido.

Cada uno, así como otros que sería largo enumerar, desafían el andamiaje alcanzado por Naciones Unidas y contenido en su Carta fundacional. Por lo cual, esta Asamblea General resulta decisiva en temas de fondo, y no sólo de procedimiento. Las tendencias pueden aguzarse y obtener mayorías que las alienten. Estamos advertidos y seguramente habrá debates exaltados, si bien el momento más atendido será, cuando se voten las resoluciones en cada comisión, a fines de año. Aunque no llaman la atención como los discursos de los principales líderes, son decisivas y crean las bases de futuras discusiones. De ellos dependerá, si la actual Asamblea será diferente, o bien una más dentro de la rutina habitual. Conviene seguirla atentamente. (Santiago, 30 de septiembre de 2023)

 

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