«La justicia constitucional supone estudio constante, rigor jurídico a toda prueba y una resuelta lealtad tanto a la letra como al espíritu de la Constitución», manifestó en su discurso el Presidente del TC.
Supone también, por supuesto, una cuota no menor de prudencia, esa vieja y a menudo subestimada virtud que para Aristóteles designaba la recta justicia.