«La caza de brujas fue también la excusa para frenar una incipiente revolución feminista», según Alfonso Trinidad.
«Era en todo caso el concepto de justicia el que estaba equivocado. Por eso muchos jueces, en cierta medida, estaban atados de pies y manos. No podían cambiar nada, pues en cuanto dictaran demasiadas sentencias exculpatorias la sospecha recaía sobre ellos».